Así sucede, por ejemplo, con dos curiosas especies de lagartos llamados Uta stansburiana y Xantusia vigilis, que tienen, en la parte superior del cráneo, una abertura donde existe una piel semitransparente similar a una córnea, una falsa retina y un nervio óptico.
Según dos científicos de la universidad norteamericana de Syracusa, este ojo arcaico no capta imágenes, aunque reacciona ante la luz.
Lo curioso es que este tercer ojo no distingue los cambios de intensidad, sino de color.
Así, los animales detectan la llegada de la noche cuando perciben los tonos rojizos del crepúsculo.
Al parecer, este tercer ojo es también un cronómetro capaz de medir la duración de la luz del día, de modo que, según se acorte o se alargue, los lagartos saben en qué estación del año están.
Es posible que la glándula pineal humana, un verdadero tercer ojo primitivo que se encuentra en el interior del cráneo, tenga funciones similares... aunque, en este caso, deba trabajar en combinación con nuestros ojos normales.
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