Boris Popov, el inventor de los paracaídas para los aviones

Mientras caía desde una altura de más de 152 metros, Boris Popov tuvo tiempo para pensar en un avión con paracaídas incorporado, que fabricaría siempre que sobreviviera.

Ocurría en 1977. Popov, un hombre de negocios de Minnesota, volaba por encima del lago Owasso con su planeador atado a una motora, cuando ésta aceleró, destrozando las alas, y precipitando a Popov hacia una muerte casi segura.

Pero Popov sobrevivió a la caída. Y de ahí nació su insólita idea: poner un paracaídas para los planeadores y pequeños aviones. Los paracaídas sólo son efectivos si se abren a una cierta altura, ya que necesitan un tiempo mínimo para hincharse. Por ello, Popov pensó en un sistema que estuviera dotado con un propulsor, de forma que el paracaídas se hinchara instantáneamente.

La idea ha sido un éxito y Ballistic Recovery Systems, la compañía de Popov en Minnesota, ha vendido más de 10.000 paracaídas para aviones ultraligeros y aeroplanos. Su invento ha salvado ya a 73 vidas, pero para Popov no es suficiente.

De momento, ha creado un dispositivo muy práctico para pequeños aviones. Tiene el tamaño de una maleta grande, y en su interior están plegador a presión el paracaídas y el propulsor.

Todo el sistema está instalado en el centro de las alas del avión, y el piloto puede accionarlo mediante una palanca situada en la carlinga de su nave, de forma que el paracaídas se despliega en caso de emergencia.

Con este nuevo dispositivo, un avión puede posarse sin riesgos en el suelo ante cualquier accidente o avería que le ocurra mientras está volando, como una colisión no frontal con otro avión que le haga perder algún ala.