Los genios también se equivocan (Picasso y Darwin)

Los genios cometen también sus errores, fallos de cálculo e incluso obras rutinarias y mediocres. Keith Simonton, psicólogo de la Universidad de California en Davis, realizó un estudio sobre 2.036 científicos y artistas de prestigio y encontró que todos ellos habían creado muchísimas obras vulgares. Simonton considera que los genios son auténticas hormigas, gente que crea innumerables obras de las que sólo algunas resultan brillantes.

Casi nadie calificaría de genio a una persona que tarda veinte años en escribir su primera sinfonía. Brahms lo hizo. Pocos recuerdan hoy los poemas de Miguel Ángel y nadie diría que el diseño de vestuario realizado por Pablo Picasso para una representación de El sombrero de tres picos fuera genial, como tampoco lo eran las cerámicas del pintos malagueño.

Otro genio de la pintura de la pintura, Matisse, realizó una crítica genial cuando Picasso le enseñó Las señoritas de Avignon. Matisse se rió y comentó que no tenía ni pies ni cabeza.

En la antología del disparate de los genios figuran dos anécdotas de Darwin. En 1839 expuso que las playas de Glen Roy, en Escocia, eran producto de un hundimiento de la Tierra. Luego se comprobó que procedían de un lago glacial. Y quizá las teorías más curiosas, y vulgares, de Darwin están escritas en su Ensayo sobre el matrimonio. Allí recoge argumentos en favor de la boda tan analíticos y brillantes como que “proporciona compañía en la vejez, se puede escuchar música juntos y la conversación femenina es buena para la salud”. El viejo Darwin matiza en cambio que no todo iba a ser positivo: “en realidad, el matrimonio también implica una pérdida de tiempo y libertad”. Todo un sabio.